En un acto jocoso, grotesco se celebra este peculiar desfile con una fiesta libertina que acaba en un fuego purificador como evento expiatorio de los excesos cometidos para dar paso a la cuaresma, un tiempo de reflexión religiosa y espiritual.
Se presupone el fin del Carnaval, y es por ello que se celebra por todo lo alto. Los disfraces y el espectáculo toman las calles con los tinerfeños vestidos de luto en una parodia tanto de las costumbres religiosas como de la Iglesia en general, con participantes vestidos de papas, obispos y monjas en muchas ocasiones con objetos de índole sexual como falos o vaginas.
Tenerife tiene muchas actividades culturales como las murgas, las comparsas y las rondallas, pero es el luto del entierro de la sardina y la fiesta que se celebra, lo que hace que resalte a nivel nacional como una fiesta a vivir por lo menos una vez en la vida.